Ariel, la estatua viviente que rinde tributo al pescador

Ariel, la estatua viviente que rinde tributo al pescador

Fue un ciclo de expresiones artísticas, hasta que hace un año decidió convertirse a estatua viviente. Ahora imita a un pescador, un trabajador a quien admira mucho.

Ariel Rossy es una estatua viviente del centro histórico de San Salvador. Emula a un pescador por su admiración a aquellas personas dedicadas a la pesca. 

“Aquí como ve son mis pescaditos y ha sido bien aceptado por toda la población salvadoreña”, señala el artista, devoto de aquella gente trabajadora que no baja la guardia a pesar de los obstáculos que surjan en el camino.

“Elegí a la figura del pescador como una conmemoración a las personas que trabajan duro en la pesca, ya que ellos trabajan de una manera fuerte, bajo el sol y arriesgan su vida cuando salen al mar”, indica.

En las mañanas y en las tardes a Ariel se le ve a un costado del Teatro Nacional de San Salvador. 

Su indumentaria semeja realmente a un pescador, todo de blanco, con un sombrero y un guacal con figuras de pescados que los coloca en sus hombros o a un costado de su cintura.

Cuando alguien se le acerca, inclina levemente la cabeza como muestra de agradecimiento.

Realmente, dice, ha sido difícil “pero la gente me ha apoyado”, en este trabajo que viene desarrollando desde hace un año.

Aun así muestra un rostro de complacencia  porque termina rindiéndose a la voluntad de las personas para apoyarlo en su economía como fuente de ingresos.

“El pescador” pasa un tiempo de hasta 4 horas parado como un ser viviente pero absolutamente estático, y causa admiración de quienes lo observan a pasan a su lado o enfrente de él.

Su talento artístico, no obstante, no nace en un abrir y cerrar de ojo, todo pasa por una especialización. Su carrera artística data desde hace diez años pero su vocación por esta expresión artística la inició hace año, según relata.

“Todas las artes requieren una disciplina, uno tiene que entrenar su cuerpo, tener más manera adecuada de mantenerse lo más posible”, comenta el artista de una de las profesiones culturales más legendarias del mundo.

“Es duro porque no es fácil permanecer quieto”, arguye mientras lanza una sonrisa maliciosa que denota las curiosidades de este y otros personajes que aprovechan la multitud para recoger unos centavos y ganarse el sustento diario.

Su entrenamiento constante fue de seis meses, ahí aprendió desde permanecer inmóvil hasta elaborar sus propios conceptos de las figuras que va a imitar. Por ahora, le sienta bien la figura del “Pescador” y la gente le responde con creces.

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