El Territorio constituye uno de los principales símbolos de identidad, sentido de pertenencia, poder y visión del mundo, entre otros elementos.
Controlar el territorio significa tanto el control de lo propio como lo ajeno. Esto implica la obtención de múltiples símbolos de prestigio, control ideológico, económico o cultural de las relaciones sociales.
En el caso salvadoreño, la llamada economía de libre mercado parece una abstracción para casi la totalidad social. Solo parecen gozar de ella quienes usufructúan y controlan sus beneficios.
Ese modelo económico entonces, no es más que la ilusión de bienestar social. En tales circunstancias, el territorio se halla estrechamente articulado al modelo económico.
Los territorios adquieren matices, características, identidades en la esfera mercantil, en las cuales, se vende todo lo que se puede comprar. Ese, es el resultado del descontrol del mercado. No puede exigirse que el estado controle la distribución de cualquier mercancía en medio de un modelo que se dice “libre”, es una contradicción. “Hay que cambiar el modelo económico si el estado desea controlar los territorios, o por el contrario, hay cambiar laforma de estado, sus atribuciones y sus obligaciones”.
Pensar el territorio significa transformar el paisaje natural y hábitat social. Sin ello, muy difícilmente encontramos asociación entre las políticas públicas, entorno, seguridad y desarrollo humano. En realidad, la modificación del paisaje habitacional, social, educativo y cultural de la sociedad dista mucho del discurso económico. En buena medida, el país continúa siendo un extenso paraje con leves incrustaciones simbólicas de urbe con tendencia comercial. Lenguaje, comportamiento y conducta expresan dicha condición.
Este estado, no ha transformado dichas condiciones en más de 50 años. Sus limitaciones en infraestructura, vivienda, salud, educación se profundiza con mayor énfasis sobre todo en aquellos sectores geopolíticos, culturales, económicos y educativos con mayor marginación histórica.
El diseño de la organización territorial tradicional, disfuncional y predominantemente desarticulado del Estado ha impactado definitivamente a las instituciones.
Los municipios que deberían ser Centros de Producción en todas las esferas de la vida, han sido reducidos a simples configuraciones poblacionales, dormitorios o espacios de ocupación temporal sin arraigo, sin identidad; convirtiéndolos en gasto público sin rumbo, sin orientación, sin proyecto de nación.
En términos económicos, el municipio no es capaz de generar las condiciones para que su población produzca el PIB en su propia localidad, por ello el eterno déficit municipal de ingresos por tasas e impuestos se ha convertido en el problema eterno de la administración pública.
El municipio constituye la primera forma de identidad territorial de cada habitante, lo que implica que en tanto no encuentre en ese espacio la solución de sus problemas y la identidad necesaria, los municipios se convertirán en el nicho perfecto para la apropiación de cualquier grupo de interés.
Eso, que sucede en el plano nacional, no es otra cosa que la reproducción de lo micro, de lo municipal, lo cual, en última instancia constituye lo nacional. Pero pareciera ser que lo Municipal ha sido entendido como una abstracción, como el espacio sideral ajeno a la totalidad de la realidad, como si existiera una configuración de lo nacional en total desarticulación. Esto, que refleja el concepto de estado nacional, se reproduce en las instituciones . Igual desarticulación de lo nacional, igual desarticulación institucional.
El desarrollo de isletas disfuncionales en materia territorial, política, económica, administrativa han conducido al predominio de la disfuncionalidad de un estado que no es la expresión de todos, sino, solo de él mismo.
Por su parte, la Comunidad, un diminuto territorio en el cual converge la heterogeneidad cultural, económica y social, también constituye una de las más fuertes representaciones de lo rural y lo urbano.
La apariencia de lo urbano genera serias dificultades a la población para asimilar procesos de intervínculo entre el diseño “urbanístico” y los recursos, accesibilidad, uso, dominio y control sobre el medio.
Las contradicciones derivan en la falta de interés, identidad y sentido de pertenencia de la población a esos espacios en los que habita, por ello, los centros comerciales se convierten en instrumentos de distracción-consumismo, mientras las relaciones sociales intracomunitarias se fracturan, se rompen y desaparecen por la intervención de la apatía, desinterés y aislamiento de sus propios pobladores.
En definitiva, la Comunidad es un Todo. El Todo material e inmaterial, los mismos códigos que les dividen constituye el instrumento perfecto para su cohesión.
La unicidad de su solidaridad, articulación y coexistencia de un mismo proyecto de mundo y de vida se halla en su propia rebeldía, en los mismos elementos que la fracturan. Todo ello pasa por la Familia, sin su intervención, la comunidad es solo una nomenclatura.
La Familia, representa el primer nicho social de los individuos. Toda su organización familiar se halla reproducida en la macro esfera de la sociedad y el estado, por esto, es origen y producto social.
Así que entonces, toda forma de relación endógena (interna) y exógena (externa), deriva de los otros, pero también se origina en la familia misma. Cada miembro del grupo familiar puede optar por un camino diferente, el cual no resulta de su ocurrencia, sino, particularmente, de la concurrencia del mundo social externo. Pero siendo la familia el origen de las formas de organización que los humanos adoptan en su ciclo de vida, también resulta ser la unidad final del ciclo de organización de toda la sociedad. En ella se expresan los avances o rezagos del desarrollo humano en cualquiera de sus formas. Aquí y ahora, la probable desorientación o desinterés de forjar una patria con proyecto político propio impacta a cada segundo todas las formas de vida.
El concepto de Seguridad Humana permite relacionar, de una manera más precisa, las distintas nociones de seguridad, con la idea fuerza de los Derechos Humanos.
Sobre él se podrá «construir la seguridad ciudadana. Se podrá construir la seguridad jurídica. Si la persona no está en el nuevo eje de giro, el mundo ciertamente se va a romper en nuevos pedazos. Por eso la visión de lo que fue la preocupación por los Derechos Humanos, en su sentido más amplio, es la afirmación más clara y más previsora de lo que es Seguridad Humana y de lo que será también seguridad pública entendiendo que los elevados niveles de violencia, criminalidad y miedo afectan la calidad de vida y desarrollo humano, la inseguridad en territorios caracterizados por altos índices de exclusión social, factores de riesgo, acceso restringido a los servicios públicos, patrones culturales portadores y reproductores de violencia y la poca corresponsabilidad en el rol familiar tienen un impacto directo en las niñas, niños y adolescentes.
1 Ticas, Pedro, Maras, estado y sociedad en El Salvador: el mapa ciudadano de seguridad social. Una construcción antropológica, Co-Latino, El salvador, martes 1 de julio de 2014. pp.21-21
2 Ticas, Pedro, Ibídem. Óp. Cit. p.333
3 ANGARITA CAÑAS, Pablo Emilio (2010). “¿Seguridad democrática o seguridad humana?” En: Desde la Región, No. 52, Medellín: Corporación REGIÓN, septiembre.