Un colorido carretón identifica a José Antonio, un octogenario que camina muchos kilómetros para vender minutas. Así se gana la vida y lo seguirá haciendo mientras su fuerza y voluntad lo permitan.
Don José Antonio tiene 81 y una fuerza de voluntad para empujar su carretón de minutas, tan grande como su deseo de salir adelante.
Bajo esa fuerza lleva a muchos lados su carretón con los insumos como hielo y jarabes de sabores para preparar unas exquisitas minutas.
Unos las prefieren de fresa y uva, otros piden de menta y piña y los de gustos más exóticos de limón.
Así maneja su vida este octogenario de piel curtida por el sol, de amplio bagaje en su vida y de la humildad que refleja en su hablar.
“Mi esposa perdió la vista y mi hija falleció hace años, nos toca cuidar a mi nieta, está como esa niña”, expresa mientras señala a una pequeña de unos 9 años, delgada y tez blanca.
Dice que se levanta todos los días a las 5 de la mañana cuando el sol aún no ha salido para ir rumbo al mercado de mayoreo La Tiendona y comprar los insumos .
Y tras ello regresa a casa en la colonia Santa Anita, en el norte de Soyapango para luego salir con su carretón.
Llega a la residencial San Francisco y después se traslada a la urbanización Las Margaritas, en sus distintas etapas.
El trajín implica una jornada física extenuante que termina con la puesta del sol.
Hay ocasiones que ha llegado con $10, otros días con $20 y en periodos extraordinarios con más ingresos pero será cuestión de suerte o de mucha bendición como él llama.
José lleva más de 30 años vendiendo minutas obligado por la falta de empleo o por no encontrar las oportunidades que en su momento quiso.
Trabajaba en la empresa Finsepro-Insepro cuando en 1989 una mala jugada de los propietarios hizo que muchos trabajadores quedaran sin empleo.
José fue uno de ellos. Solo recuerda que pidió a sus jefes de entonces un carretón y con gusto le dijeron que sí. Así marcó su andanza en la venta de minutas para continuar ganándose el sustento diario.