Ilobasco, un municipio que conserva sus raíces autóctonas

Ilobasco, un municipio que conserva sus raíces autóctonas

El municipio de Ilobasco, refleja una de las tradiciones más populares de El Salvador. Bajo su cuna, se conservan costumbres milenarias pero lo que prevalece con mayor arraigo es el arte de las artesanías de barro.

La grandeza de Ilobasco, en el departamento de Cabañas es infinita. 

Basta recorrer un breve tiempo y las costumbres milenarias de este pintoresco municipio se ponen de manifiesto. 

Calles entre lo coloquial y lo rústico demuestran una alta resistencia a la urbanidad. 

Quizá por ello quienes lo visitan no ven pasar el tiempo. Quedan maravillados por lo natural, lo tradicional y la actividad cotidiana.

De pronto se ha ido el día y la luna cobija la noche en un ambiente sencillo, tranquilo, aún autóctono y de costumbres religiosas de antaño.


Solo observar la Parroquia es como transportarse en el tiempo y en efecto así lo es. 

Una estructura que data desde el siglo pasado, dotada de elegantes barandales y que conserva detalles de su origen a pesar de sus constantes reestructuraciones.

Las costumbres cotidianas

Su población llega a las 74,983 personas quienes pueden presumir de vivir en unas de las zonas con mayor arraigo a la ganadería, la agricultura de maíz y el comercio. 

Ilobasco también es conocido por su alfarería, llamada así por el arte de elaborar objetos de barro o arcilla.

Las manos creativas y talentosas de los alfareros se observa por doquier.

En otras palabras los artesanos fomentan este arte por años y lo trasladan de generación en generación. 

Con sus delicadas manos labran piezas artísticas alusivas a las características del municipio: mujeres trabajadoras, la familia y los productos derivados de la agricultura.

Así podrá apreciar figuras de mujeres con sus canastas de frutas y verduras, una cacerola tapizada de hermosos colores y siluetas de una piña, guineos, o una sandía.

Hubo un tiempo, hasta principios de 1800, en que en Ilobasco los comerciantes de añil llegaban para comprar con anticipación la cosecha.

Pero también adquirirían la loza utilaria que incluía tazas, ollas, comales, jarros y platos.

Esta actividad se desarrollaba desde hacía mucho tiempo hasta principios de 1800 cuando los comerciantes de añil llegaban a comprar estos productos extendiendo el comercio a Lempira y La Paz, en Honduras.

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