William Roque: “Lo más duro es subirse a los buses y bajarse y que la gente no compre”.

William Roque: “Lo más duro es subirse a los buses y bajarse y que la gente no compre”.

William Roque se ha criado en los alrededores de la avenida Independencia cerca del mercado de mayoreo La Tiendona y soportado las inclemencias del tiempo, el humo de los automotores y el constante ajetreo de la gente para ejercer de vendedor de frutas y verduras que suelen subirse a un autobús, bajarse para abordar otro y obtener dinero para el sustento diario.

El comerciante de cabello negro, piel curtida por el sol y de pies ágiles adiestrados para subir un bus y bajarla de forma acelerada como un atleta,  busca un sueño y está optimista que puede lograrlo: hacer que su ciclo de vendedor informal se rompa por el bien de sus hijos.

No quiere que sus descendientes  elijan el mismo camino que él.  

Se refiere a sus tres hijos, una de 19 años, uno de 13 y uno de seis, los dos primeros estudian en colegios privados.

Aunque le gusta lo que hace  está claro qué significa sudar la gota gorda. De allá para acá, de bus en bus, de calle en calle, de cuadra en cuadra y en el peor de los escenarios tanto recorrido para pocas nueces.

Son cosas que pasan, dice y aclara que en esa curva de altas y bajas se ha movido a veces bien a veces mal.

En un día sin pandemia, asegura haber abordado hasta 200 unidades del transporte colectivo en la zona donde circulaban unas ocho rutas distintas y cada una realiza ocho viajes por día en promedio.

No obstante por la cuarentena impuesta este año, las unidades en circulación y en las que se sube rondan los 70 pero él no baja la guardia. Siempre se sube y baja con la esperanza de que sus ingresos mejoren.

En ocasiones  no ha tenido muchas ganancias y  en otras  muy pocas como en el período de la pandemia donde por el confinamiento tuvo que depender él y su grupo familiar de la canasta alimentaria que el gobierno repartía.

“Lo más duro es subirse, mojarse, asolearse y que la gente no compre. Ya mucho tenemos lesiones“.

Asegura que aún hay personas de la tercera edad que trabajan. “yo fui criado en la avenida Independencia  y Reloj de Flores”, recuerda.  

Hijo un empleado público  y de una comerciante, le gusta retroceder en el tiempo y reconoce que nadie lo obligó a ejercer el camino de las ventas ambulantes.

“Yo me crié  acá, nunca me mandaron a subir en el bus, salía de la escuela y me mandaban a la casa”, agrega. 

Pero también subraya que su madre era comerciante del mercado de Mayoreo La Tiendona.

William cuenta que quiso estudiar una carrera profesional pero solo hizo dos años de periodismo en la Universidad de El Salvador pero luego tras un noviazgo llegaron los hijos, por los que tuvo que abandonar su carrera para criarlos.

Ahora, convertido en todo un padre de familia, quiere que sus hijos no busquen la misma suerte. 

Su hija mayor, Katherin, estudia Turismo en el Mar y él intuye que va por buen camino. Anhela que pueda trabajar en cruceros y viajar.  A llega le gustaría ser aeromoza y si bien es una especialidad costosa, está convencido que con esfuerzo se puede alcanzar ese objetivo.

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