El Cipitío de Olocuilta en tiempos de Covid

El Cipitío de Olocuilta en tiempos de Covid

Juan Contreras es un salvadoreño quien al igual que muchos otros compatriotas no cuenta con un trabajo fijo pero que no se ha dejado vencer por la adversidad y se las ingenia para ganar el sustento diario.

Aunque su lugar de trabajo es conocido por el comercio de pupusas sobre la mesa donde Juan no hay ni una sola para desayunar, no hay tiempo, lo urgente es ganar para sobrevivir.

A él lo rodea la mercadería que vende entre los comensales que visitan el lugar, los cuales son muy pocos debido a la situación sanitaria que aun vive el país debido a la emergencia por pandemia COVID-19.

La muñeca de tela que hace de caperucita y se transforma en el lobo y la abuela, es de las más buscadas por los clientes.

Capiruchos, morrales, hamacas, cestas, yoyos, carros de madera, muñecas de trapo (las cuales se transforman  en el lobo feroz, la abuela y caperucita roja) y los inconfundibles sombreros del Cipitío- personaje mitológico de El Salvador y muy popular- son algunos de los productos que vende don Juan en la zona.

“Yo siempre me he dedicado a la venta, mis padres me enseñaron a ganarme la vida de esta forma pero desde la emergencia por el virus, he vivido momentos duros ya que no se vende nada” dice don Juan, mientras luce sus sombreros de ala ancha, intentado imitar al Cipitío y así atraer clientes.

Juan recorre todos los días las pupuserías de Olocuilta con su singular atuendo.

Todos los días Juan debe viajar desde Santa Tecla, lugar en el que reside, a Olocuilta para vender sus productos.

“Buenos días le llevamos las muñecas de trapo, los morrales, capiruchos, sombreros y hamacas, véalos sin compromiso, anímese a llevarlos para sus hijos o para recuerdos”, insiste el singular vendedor de tez morena, cabello negro y de baja estatura..

Todos sus productos los compra en el mercado de artesanías, para luego revenderlos y obtener alguna ganancia que le permita sostener a su familia, compuesta por su madre y hermanas.

Lo que más atrae a los turistas son los sombreros, los cuales vende en 10 dólares y las muñecas de trapo a $34. Aunque no se quedan atrás los productos nostálgicos, como capiruchos, yoyos y cestas plásticas, con los colores azul y blanco de nuestra bandera.

Aunque el día que  platicamos con Juan, no había vendido nada, él no pierde el entusiasmo y fe en que el negocio mejore con el paso de los días.

“Le pido a Dios que nos bendiga a todos los salvadoreños y hermanos lejanos, ya que pronto vendrán tiempos mejores, y el comercio informal se ira recuperando. Pero mientras tanto, hay que continuar en la lucha”, dice el vendedor, quien a pesar del calor sofocante, se prepara para continuar con su recorrido, en busca del sustento diario.

Equipado con su sombrero de Cipitío, y toda su mercadería, que a duras penas puede sostener con sus manos,  se despide y empieza con paso lento su recorrido, en busca de un mejor futuro para su familia.

Si alguna vez se encuentra con don Juan, cuando visite el pupusódromo de Olocuilta y tiene las posibilidades, ayúdele comprándole alguna artesanía, ya que es un salvadoreño, que al igual que muchos otros, no se deja vencer por ningún obstáculo.

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