Alejando Lozano, el pintor de caracoles

Alejando Lozano, el pintor de caracoles

Alejandro Lozano lleva 45 años dibujando. Ha pintado retratos, caricaturas, rótulos, murales y sus huellas han quedado grabadas en países como México, Panamá, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua.
Siempre fue cuajando su vida con el paso del tiempo y los años terminaron diciéndole que no se equivocó con la pintura, que tarde o temprano llegarían los resultados y que siempre habría momentos claves para ganarse la vida.
Ahora a sus 63 años pinta caracoles o los convierte en paisajes, labra barcos con estopas de coco y fabrica morros decorados.
Asegura que ahí pone de manifiesto todo lo que sabe.
Lo considera un producto exclusivo que ya viaja en el mundo a través de los turistas. Al momento de labrar siempre el material a utilizar debe ser consecuente con lo que se va a pintar.

“Si es un caracol es lógico que lo vas a encontrar en el charco, en el mar, en un río y lo que se hace tiene que ser un paisaje, que tenga el reflejo del mar, laguna o río, no puedo ponerme a pintar pueblos ahí porque no tiene relación”, dice mientras arma unas piezas en su negocio, ubicado en las afueras del Mercado de Mar, en La Libertad.
Se ha abierto campo y parece no detenerse. El correr del tiempo y las experiencias vividas le ha permitido ir innovando, aunque aclara que es pintor autodidacta.
Se crio en los Planes de Renderos entre pintores, escritores y amantes de la cultura.

“Me sentí influenciado por ellos. Había muchos pintores autodidactas y me gustaba. Pensaba en hacer algo, pero que tuviera un sentido con más inteligencia”.

ALEJANDRO LOZANO, PINTOR

Siempre alude al razonamiento y a la lógica como binomio para salir adelante con sus obras.
Cuando joven pintaba automóviles y los enderazaba. Lo hizo cuando estuvo en panamá entre los años 1979 hasta 1981.
Y antes de los años noventa comenzó a pintar cuadros grandes de dos metros y a hacer paisajes, pero “una agresión verbal” de otro pintor hizo que se apartara del camino de los rótulos y murales” y a empezar a tallar en caracoles y venderlos.
Al principio, prosigue, les ponía una forma de garza y estuvo haciendo monos pero no eran originales.

Comencé con telas temperas y producía bonitos colores y resultados eran bonitos, relata.
Para entonces tomaba en cuenta las umbres, sombras y penumbras que produjeran un resultado atractivo para el cliente.

Poco ha cambiado Alejandro desde sus inicios trabajando con este material y con el acrílico sin llegar a usar el óleo o acuarela pero dice sentirse satisfecho con sus logros.

No tenia tiempo de usar los oleos ni la acuarela, porque desde que todo comenzó fue un éxito. No puedo parar porque es mi modus vivendi, agrega.

Actualmente su mercado el salvadoreño del exterior que visita las playas de La Libertad aunque también añade que cada día crecen más los clientes de Europa.

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