Manzanita, la payasita salvadoreña que sueña con conquistar España

Manzanita, la payasita salvadoreña que sueña con conquistar España

La delincuencia expulsó a Flor de Alas, la payasita Manzanita, de su querido El Salvador. Con su esposo Jorge y sus dos hijos de 16 y siete años, vendieron todo y dejaron atrás su familia y su hogar. Hoy Flor sueña con vestir de nuevo sus enormes zapatos y conquistar con sus gracias a los habitantes de la Madre Patria.

Flor de Alas tiene la alegría de su profesión y también el optimismo que la hace tomar cada tropiezo que la vida le pone con singular humor.

La salvadoreña es maestra de parvularia y a mitad del camino descubrió su afición por los títeres y por los payasos y se inclinó por este arte.

Sin dudarlo se calzó enormes zapatos, se pintó la cara y comenzó a entretener con sus gracias, no solo actuaba como payasa también hacía teatro con títeres y cuentacuentos.

El primer tropiezo que debió vencer fue posicionarse como payasa porque asegura que en ese mundo también hay poco mercado para ellas, pero poco a poco logró no solo su propio espacio sino imponer su estilo.

Flor descubrió que podía usar ese don que Dios le había regalado para entretener pero también para educar.

Así fundó su empresa Apple Producciones y apostó por un entretenimiento que fomentara la educación.

Hasta hace dos años y como la payasita Manzanita recorría El Salvador con sus coloridos trajes divirtiendo y educando.

Su esposo Jorge como técnico de computadoras trabajaba en una empresa privada con ingreso promedio y los dos vivían tranquilos en una típica colonia de San Salvador, más tarde debido al éxito de la empresa de su esposa, se unió a ella, pero eso sí, tras el telón, manipulando títeres, no como payaso.

Todo iba bien y la decisión de Flor de promover un entretenimiento sano le abría cada vez más puertas.

Las compatriota logró importantes contratos con organizaciones no gubernamentales e incluso con el plan El Salvador Seguro, del anterior gobierno, en proyectos de prevención de violencia lo que la hacía visitar comunidades lideradas por pandillas.

Un día, unos jóvenes pertenecientes a estos grupos comenzaron a amenazarla. Al principio, cuenta, trató de seguir adelante, pero cuando la violencia tocó las puertas de su casa, tomó la decisión de emigrar.

Antes de dejar El Salvador vendieron todo lo que tenían e incluso borraron toda huella del trabajo de Manzanita en redes sociales y marcaron en el mapa a España como destino.

“Nosotros nunca habíamos viajado más allá de Centroamérica, así que desde el principio fue toda una aventura y elegimos España porque mi esposo tenía un par de parientes y era el país donde creímos que podíamos encontrar los espacios para criar a nuestros hijos”, cuenta Flor.

La adaptación al emigrar

Flor y su familia están a punto de cumplir dos años desde que llegaron a España. Primero a Madrid, donde estuvieron apenas un mes y luego a Torre La Vega en Cantabria, una ciudad industrial situada al norte del país que reúne las condiciones que Flor y su familia necesitan para salir adelante.

El primer golpe para la familia fue el clima, arribaron a España en septiembre y a finales del año experimentaron el frío propio de esa ciudad europea y tanto ella como sus hijos se enfermaron.

Adaptarse a la comida mediterránea también fue difícil y todavía lo sigue siendo, porque como buen salvadoreño Flor y su familia extrañan las pupusas, los frijolitos y las tortillas.

“Acá comen cerdo y bastante pescado y aluvias, el garbanzos, las lentejas , pero el sazón es lo que más extraño”, dice nostálgica.

Ella aprendió a hacer pupusas porque le era difícil encontrarlas y resiente que la comunidad de salvadoreños en ese país esté dispersa, porque podrían reunirse y compartir desde comidas hasta costumbres y tradiciones.

Flor y su esposo trabajan como camareros en un hotel y tienen permisos para ese empleo, poco a poco dice se van abriendo espacios pero para ella ha sido difícil adaptarse.

“Todo está regularizado y para todo hay que sacar permisos, no importa si va a trabajar un mes o un año, debe sacar permiso y y todos los trabajos son certificados no importa si va a trabajar de barrer, acá le piden certificado” explica Flor divertida.

El impacto del cáncer y los proyectos futuros

La familia Alas había logrado estabilizarse en España y ambos ya con empleo estaban abriéndose camino hasta que el Jorge Emerson el hijo mayor comenzó a sentirse mal de salud y luego de varios exámenes determinaron que tenía un tipo complejo de cáncer.

Durante meses debieron someter al joven a quimioterapias, la pareja ya contaba con permiso de residencia gracias a la situación por la que habían emigrado y eso les facilitó acceder a un sistema de salud, que Flor asegura le salvó la vida a su hijo.

Hoy día Emerson ya está estable, estudia y hasta tiene un buen empleo.

Flor agradece ese milagro y ahora sueña con abrirse ella camino en lo que ama, el arte, pero sabe que debe trabajar duro para lograrlo.

“Acá se llama declarse como Autónomo y estoy reuniendo todos los papeles y los trámites para lograrlo y los impuestos que se pagan son altos, pero hay buena salud y educación entonces vale la pena, hay que agradecer que todo esté regulado porque hay beneficios”, cuenta.

Sin embargo mientras logra cumplir todos los requisitos y retomar su emprendimiento de arte ya comenzó a divulgar su arte a través de redes sociales.

Ya creó una página en Facebook que se llama Un Rayo de Esperanza, donde brinda orientación sobre lo que se debe saber antes de emigrar, pero también pretende divulgar mensajes positivos y de superación.

“Siempre hay que tener esperanza y yo quiero transmitir eso, quiero volver a ser payasa y sé que lo lograré, siempre hay un camino para salir adelante y por ahora seguiré trabajando en lo que estoy pero también por mi sueño “, cuenta Flor emocionada.

“Dios nos trajo a este lugar para sanar a mi hijo, yo lo creo así y nos fortaleció como familia, aunque claro que se extraña El Salvador y siempre se lleva en el corazón” , cuenta conmovida.

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